1.11. El final de Galton
En sus últimos años de vida, Galton fue objeto de numerosos homenajes. En 1902 recibió la Medalla Darwin de la Royal Society y fue nombrado Profesor Honorario del Trinity Collage de Cambridge. En noviembre de 1909 fue nombrado caballero, un honor que expresaba la generalizada aceptación de la eugenesia, tanto entre los científicos como entre la población general. Más tarde, en 1910, recibió la Medalla Copley de la Royal Society, aunque para entonces se encontraba demasiado enfermo como para recogerla. Cerrando completamente el círculo de la eugenesia, fue sir George Darwin, hijo de Charles Darwin, quien recibió la medalla en nombre de Galton, prácticamente un mes y medio antes de la muerte de éste.
La última obra de Galton fue una rocambolesca novela eugenésica titulada Kantsaywhere, que introduciría todos los elementos de la eugenesia: desde los rigurosos exámenes para determinar la adecuación eugenésica y otorgar los certificados eugenésicos hasta los campos de trabajo para incapaces, el estatus secundario a efectos de apareamiento para los individuos medios y el castigo para los que no se sometiesen a estas normas. La novela no llegaría a publicarse, pero las aspiraciones que reflejaba pronto serían hechas realidad.
El Primer Congreso Internacional de Eugenesia, organizado por la Sociedad Galton para la Educación en la Eugenesia, organizado por la Sociedad Galton para la Educación en la Eugenesia, comenzó el 24 de julio de 1912, un año y medio después de la muerte de Galton, que recibió así honores póstumos, y el alcalde Leonard Darwin, otro hijo de Charles Darwin, fue nombrado presidente del Congreso.
En su discurso de apertura del Congreso, el alcalde Darwin evocó palabras tanto de su padre como de Galton. La calidad genética de la civilización estaba declinando debido a los apareamientos no ordenados. “Los menos capaces entre los hombres ya no mueren necesariamente a causa del hambre y la enfermedad, sino que son cuidadosamente atendidos, propiciándose así que se reproduzcan, por muy baja que sea su progenie”. Si bien Darwin no clamaba por el retorno “a los crueles métodos de la selección natural”, tenía claro que “las consecuencias que nuestras obras de beneficencia acarrearán a las próximas generaciones no son, como mínimo, más que una muestra de debilidad y un sinsentido”. Darwin recordaba a sus oyentes que, “ciertamente, sir Francis Galton, cuyo nombre esperamos que siempre aparezca asociado en el futuro a la ciencia (de la eugenesia), una ciencia a la que dedicó los mejores años de su larga vida, declaró con toda rotundidad que era necesario actuar sin demora”. El discurso de Darwin fue recibido con sonoros aplausos.
Una vez más debemos subrayar que esos aplausos se extendieron por todo el globo, y no se limitaron a Alemania. No debemos olvidar que en Estados Unidos se aprobaron leyes de esterilización forzosa en muchos estados, comenzando con la de Indiana de 1907. La Ley de Inmigración de 1924 estableció unas cuotas que buscaban evitar la inmigración de indeseables raciales. En 1927 la Corte Suprema se pronunció por ocho votos contra uno, a favor de la constitucionalidad de la esterilización eugenésica. Es más, en Estados Unidos vieron la luz las concepciones eugenésicas de Margaret Sanger, dirigidas a la eliminación de los incapaces a través del control de natalidad, concepciones de las que surgiría Planned Parenthood. Planned Parenthood ha llevado la visión eugenésica de Galton al siglo XXI, con su promoción del diagnóstico prenatal para localizar a los indeseables y del aborto para eliminarlos. La sombra de galton es, efectivamente, alargada, como lo demuestra el hecho de que en el siglo XXI sigamos buscando fervientemente maneras de tomar las riendas de la evolución.
Para terminar poniendo una nota de ironía, Francis Galton contrajo matrimonio con Louisa Butler el 1 de agosto de 1853. Pronto descubrirían que eran biológicamente incapaces de tener hijos. De este modo, el gran defensor de la herencia del genio, que consideraba que el aumento de los niveles de procreación de los más capaces era la más urgente tarea, murió sin descendencia.